Andrea Guadalupe:
Una vez te dije que
para mí eres quien mejor domina el lenguaje de la prosa de entre todos cuantos
asomamos la cabecita por la página literaria en la que colaboramos. Hoy lo repito.
Y añado que si te lo
propones, serás también quien mejor versifique. Verás:
Manejas las palabras
como nadie, ellas te abedecen seducidas, acuden a ti como “mariposas en alud”,
coincidiendo a veces con tu “éxtasis literario” y el milagro se produce.
Tienes ingenio,
sentido del ritmo y de la medida, de la cadencia en el discurso.
Los pensamientos son
profundos y los sentimientos nobles, solidarios, muy humanos.
Sensible como eres,
tienes el don de transmitirlos nítidos y vivos, Así tocan el alma de quien te
lee.
Como resultado, las
más de las veces, tu prosa es poética aun cuando trates temas duros como el de
hoy, donde poniendo los ojos en tu querido México, dices que no hay motivos
para alegrarse. Hay muchos momentos en los que tu manera de decir alcanza gran
belleza, por la bondad de las palabras empleadas y al acierto en la artística
combinación de las mismas.
Permíteme decirte,
por todo lo anterior, que echo de menos tus versos. ¿Escribes versos? Yo diría
que sí los escribes y que los guardas para ti. Quizá me equivoque, pero parece
como si tuvieras mucho pudor en mostrarnos esta faceta de tu escritura. Como si
la poesía que te fluye (pues eres poeta) prefirieras encauzarla en una prosa
poética, cuando no en una narrativa correctísima. Como si la “vuelta” del verso
te pareciese demasiado íntima y la quisieras disfrazar o camuflar en líneas
continuadas.
Tuve esta idea, al
leer tu trabajo “Pensamientos íntimos” de hace unos días. Caí en la cuenta de
que cada línea era un perfecto haiku y que tú (para despistar) escribiste
seguido. Me he permitido escribir algunas de tus líneas en versos. Cada una,
tres versos (5 + 7+ 5) bien medidos. Como prueba de mi aserto, dejé el resultado más abajo.
Rápidamente pensé en los
magistrales artículos de F. Umbral. Cada día escribía una columna en un
periódico y muchos días, todo el artículo era una sucesión de endecasílabos
perfectos. Un deleite. Versos medidos camuflados.
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