miércoles, 24 de abril de 2013

Historias urbanas. Una reflexión.



Doce chiquillos, todos usando muletas, muestran sus piernas de aluminio, de madera, de pedazos de metal, que los catalogan como seres humanos destinados a recibir atenciones especiales, tanto de la sociedad, como del gobierno.
Niños entre los 8 y 12 años, victimas de explosiones de bombas olvidadas por los soldados al termino de conflictos bélicos.
Los niños saludables de mente y fuertes de espíritu, celebran una carrera deportiva para probar su temple, ante un publico que aplaude, alienta, llora, y sufre, porque sabe de la limitación que los niños tienen ante la falta de consideración de materialismo de la humanidad.
Los muchachos se alinean, fijan en el suelo polvoriento la punta de sus muletas, esperan la señal de salida y arrancan tras el triunfo.
Y rumbo a la meta caminan, saltan, brincan, con la boca abierta, con la saliva escurriéndoles hasta el cuello, con los ojos saltones por la desesperación, manteniendo la velocidad a tropezones por la desesperación, arrastrando la extremidad hecha de hierros viejos, sintiendo que la distancia, cada segundo es más corta.
La emoción los vuelve ágiles, la ansiedad les desfigura aún más.
Todos quieren alcanzar el cordón de la meta, todos quieren ser los primeros en llegar.
Sólo que…uno de ellos cae, justo cuando otro esta por romper el cordel de papel que representa el triunfo, el publico deja de aplaudir, gritar, de animar a los concursantes.
El que esta tan cerca del éxito, en lugar de romper el papel de la victoria, voltea a ver al caído, así como lo hacen los demás corredores y asistentes al evento.
Regresa para ayudar al caído como lo hace el resto de los deportistas.
Nadie se preocupa por ganar la carrera, todos le dan forma al sentimiento de solidaridad, ayudando a quien lo necesite.
Los chiquillos, con capacidades diferentes, abandonando el deseo de triunfar ayudando al caído, le ofrecen un ejemplo al mundo entero.
Si siguiéramos esa conducta, otra seria la realidad de la vida en comunidad, porque al fin y al cabo, tod@s somos seres con capacidades diferentes. 

Andrea Guadalupe.
……..

sábado, 6 de abril de 2013

Subió tan alto


Subió tan alto
que miró al suelo con desprecio.
al hombre lo vio mono,
al mono, gato,
al gato, insecto.
Subió tan alto
que perforó la gloria de los cielos
y se puso a mear en una nube,
creyéndose el señor del universo.
Subió tan alto
que tocó con la punta de los dedos
y la humana inteligencia de los sabios
plantó la soberbia en un lucero.

Víctor